domingo, 24 de julio de 2016

Gracias por preguntar

Tenía 23 años aproximadamente y para mí la palabra "artritis" no existía, es decir, no podía pronunciarla siquiera. Andaba estudiando cursos de programas de diseño por tres meses y era difícil afrontar que vieran mis manos con leves deformaciones mientras agarraba el mouse. Mis tres preocupaciones, el profesor, el alumno de la izquierda y el de la derecha. Al terminar me iba directo al paradero, muy tranquila yo, porque en la calle nadie está pendiente de ti. Pero un día, saliendo de estudiar me provocó comprar una galletita en el único puestito de golosinas más próximo al Instituto donde una señora entradita en años atendía. Había mucha gente alrededor, cuando pedí señalando la galleta que quería, de pronto se oyó en voz alta, ¡tienes artritis!, nerviosa traté de averiguar con la mirada de dónde provenía esa blasfemia, encontré la mirada de la tendera sobre mis manos y acto seguido sobre mis ojos, estaba paciente ahí, esperando mi respuesta afirmativa, esos segundos fueron eternos, no sabía qué decir con toda la gente observando, mis nervios se notaron y respondí no, con voz bajita y vacilante. Agarré el paquete de galleta y caminé muy rápido, quería correr, estaba en shock, me sentía adormecida, todas la personas que iba pasando ya no existían, el sonido de la calle se oía lejano y distorsionado. Sentada en el carro me sobrevinieron lágrimas de dolor, acababan de desgarrar una herida.

Hoy tengo 35 años y sentada en el bus se acerca el muchacho a cobrarme el pasaje, le pago y espero mi vuelto, al entregármelo me dice, "Perdón, ¿pero es osteoporosis?", le pregunto "¿Cómo?" creí no haber escuchado bien y me repite la misma pregunta. Le respondo, "No, tengo artritis", y continúo, "La artritis es diferente que la osteoporosis...". Me vuelve a preguntar, "¿Es por lavar?", le explico que muchas veces es genético, por alguna bacteria, por estrés o causas desconocidas". "¿El suyo cuál es, genético?", me interrumpe, "No, yo aún no sé la causa", le digo. "¿Y cuántos años con eso?, me pregunta por última vez, " A los 10 años me dio artritis juvenil...". Y se fue pensando en las respuestas que le di. Les cuento que me sentí muy bien, que un chico de 25 años aproximadamente ponga atención al tema y quiera saber más me dio gusto, sobre todo que pregunte de manera educada. Se veía muy serio e interesado, no me importó que observara mis manos, ellas estaban ahí para educar. El trato respetuoso es importantísimo. Muchas veces he hablado de mi condición con pacientes de traumatología y reumatología dentro del hospital, pero en la calle es diferente, en la calle hay personas que manejan poca o nada de información y quizá (digo quizás) son menos sensibles a este tipo de enfermedades porque no han vivido una enfermedad crónica directa o indirectamente, es como encontrar una aguja en un pajar.

No culpo a la señora que expuso mi condición de esa manera, yo en ese entonces me sentía un ser extraño, un ser sumido en su dolor y en la soledad, con muchos miedos que paralizaban mis sueños, no encajaba en ningún lugar. Hoy con más años tengo la voluntad y fe que no sentía antes, hoy me amo, amo este cuerpo que habito, amo este cuerpo que no es igual a los canones de belleza y perfección que la sociedad ha impuesto, amo mi cuerpo con cada pequeña diferencia, lo amo porque es mi templo. Tengo fe que mejoraré. Creo firmemente que para sanar hay que sanar primero nuestra mente. Hoy estoy rodeada de buenas intenciones, de bendiciones y sonrisas. Aunque no lo crean esa buena vibra está haciendo un cambio en mí. Hoy tengo ganas de enseñar a quien me pregunte qué tengo. Hoy tengo ganas de hacer muchas cosas a favor de la artritis. Estoy agradecida de cada paso que di, cada lágrima que derramé, cada dolor que grité porque gracias a esto, estoy donde estoy en este momento.

Gracias por preguntar educadamente.



No hay comentarios:

Publicar un comentario