jueves, 11 de agosto de 2016

¡Jueves de Fuertes!: Testimonio de Rosita Correa de Chile (Artritis Reumatoide Seropositiva)

Me dieron el gran honor de contar parte de mi vida. Vivo en Linares, Chile y próximamente cumpliré 30 años, una edad donde muchos ya están consolidados ya sea profesional como personalmente.

Desde pequeña sufría de dolores articulares, con el frío el dolor era intenso pero como no comprendía bien lo que sucedía, me daban analgésicos, férulas en mis manos y harto calor. Al pasar los años duraban más los dolores y tuve que dejar muchas pasiones como el basketball y tocar guitarra; aún no tenía nombre mi pasar.

Siendo mayor trabajaba de cajera y estudiaba de noche y ya mis manos pedían a gritos atención, los traumatólogos decían que era tendinitis así que me la pasaba con yeso, pero cada vez era peor. Hasta que finalmente uno de ellos me sugiere que asista a un reumatólogo.

A los 24 años, ya tenía nombre mi pasar, Artritis Reumatoide Seropositiva. Yo y mi entorno siempre asoció la Artritis con los adultos mayores. Tenía tantos sueños y proyecciones de vida que fueron truncados bruscamente. No sabía nada de la AR hasta que llegué a casa y busqué por internet información. Lo primero que uno ve son las manos con nódulos y lee que es una enfermedad progresiva y sin cura. Fue difícil asimilarlo, muchas personas se fueron de mi lado, asustados, cansados de mis crisis de angustia y los continuos brotes de dolor. Mi familia, siempre firme… Fue difícil, pero logré empezar a aceptarla como parte de mi vida.

Hace más de un año iba con tres personas en auto y sufrí un accidente, si bien una de ellas estuvo muy mal, yo saqué la peor parte. Me fracturé ambos fémures, la tibia izquierda y el brazo izquierdo. Me colocaron tutores externos (fijadores) al inicio para alinear los huesos y después una seguidilla de operaciones para reemplazar la médula ósea por clavos de titanio, tornillos y placa. Volví a nacer, estuve cerca de 4 meses postrada, aprendí a mover toda articulación hasta que logré pararme y ahora camino a lo robot con andador, jajaja. Pero mi amiga AR ha complicado todo avance, hay riesgo de volver a operarme y retroceder lo avanzado, pero pase lo que pase, hay que seguir adelante.

Antes de mi accidente tenía muchos sueños, me estaba preparando para estudiar lo que más anhelaba (Psicología, y eso que soy contadora jaja), trabajaba en lo que estudié y hasta dictaba clases, y en un abrir y cerrar ojos todo cambió y tuve que volver a empezar y con muchas menos personas a mi lado.

Es muy difícil sufrir lesiones graves teniendo AR, si el accidente lo hubiese tenido una persona "normal", no habría tenido mayor complicación. Pero, hay que ver el vaso medio lleno porque la riqueza en enseñanza de vida es invaluable. Encontré la felicidad en lo cotidiano, el valor de la vida y de lograr de a poco la independencia. Mi familia está siempre apoyándome y dándome fuerzas sobre todo cuando se juntan los dolores de la AR y el de mis piernas biónicas como les digo cariñosamente.

No sacamos nada con preguntarnos ¿Porque nos sucedió esto? Hay que preguntarse aunque cueste, ¿para qué sucedió esto?

La AR no debe ser un impedimento para lograr ser personas felices.

Puede que nuestros días sean oscuros y temerosos, pero tarde o temprano saldrá el Sol.

Es una lucha constante entre nuestra mente, corazón, cuerpo y alma. Queremos hacer más, pero nuestro cuerpo no responde. Queremos ser optimistas siempre, pero el dolor nubla toda oportunidad. Pero me he dado cuenta que a pesar de todo lo que pase, podemos ser felices y somos privilegiados por ver la vida desde el suave calor de nuestra lucha diaria ya que cada día, es una nueva batalla y es un nuevo gran triunfo.

La foto es muy simbólica para mí, refleja la primera vez que logré pararme después del accidente y fue junto a mi familia.

Un gran y cariñoso abrazo de algodón para todos ustedes.

Rosita Correa Ponce.


No hay comentarios:

Publicar un comentario