martes, 16 de agosto de 2016

Miedo al dolor

Es interesante observar cómo el miedo al dolor intensifica su intensidad, lo magnifica. Este miedo al dolor se materializa en miedo al movimiento, a hacer cosas solo, a efectuar desplazamientos o salidas, en resumen, miedo a la realización independiente de actividades que el paciente tiende a evitar. Este miedo generalizado no solo convierte al paciente en más dependiente de lo que el dolor exigiría sino que aumenta su intensidad, creando un efecto de confirmación del propio miedo y de su incapacidad.

El proceso sería el siguiente:
1. El paciente tiene dolor.
2. El paciente siente miedo al dolor y miedo de realizar sus actividades a causa del dolor.
3. El paciente se convierte en dependiente de los demás.
4. Su entorno confirma esa dependencia y necesidad de inactividad al responder a sus demandas, con lo que el paciente se siente impotente y afianza su miedo.
5. A medida que son mayores el miedo y la inactividad, el dolor se va percibiendo progresivamente más intenso e incapacitante.
6. La mayor intensidad del dolor provoca un aumento de miedo.
7. El aumento del miedo incrementa la dependencia que el entorno
refuerza.
8. A mayor dependencia, más aumento del dolor.

Y así seguiría cada vez el círculo. De esta manera se observa cómo algunos pacientes, en los que no se ha producido un empeoramiento médico que justifique un aumento del dolor, presentan mayor incapacidad y mayor intensidad del dolor después de unos meses de su aparición, sin causa aparente. Por ello podemos concluir que el miedo al dolor es un factor identificado de mal pronóstico y de cronificación de aquel. En cambio, afrontar el dolor sin exagerarlo contribuirá a la recuperación o a la adaptación del individuo a una vida activa con dolor.


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